sábado, 27 de octubre de 2012

Explicación y conclusión personal del mito del carro alado

En este mito, Platón compara al alma con un carro alado dirigido por un auriga y tirado por dos caballos ya que considera que descubrir como es el alma no es un objeto de una investigación humana sino que pertenece al conocimiento divino.

Dice que los caballos y los aurigas de los dioses son buenos en su totalidad, pero que los del ser humano, el auriga tiene que tirar de dos caballos, uno bueno y hermoso similar a los caballos de los dioses, es decir, constituido por los mismos elementos, y otro caballo constituido por los elementos contrarios a los caballos de los dioses, lo cual hace que al ser humano le cueste conducirse hacia el buen camino, el camino del conocimiento.

Platón , entonces, comienza a explicar porque los seres vivientes vienen a llamarse "mortales" o "inmortales".
Explica que el alma cuando es perfecta y alada vuela por las alturas y administra el mundo, mientras que la que ha perdido las alas va arrastrandose hasta apoderarse de algo sólido y a esto es a lo que se le llama ser viviente "mortal".
El inmortal no tenemos razonamientos racionales para explicarlo, pero formaría una divinidad, un ser viviente inmortal, con el alma y el cuerpo unidos para toda la eternidad.

La causa de la pérdida de las alas, se produce porque los caracteres divinos, la sabiduría, la hermosura, lo bueno , etc alimenta a las alas y las hace crecer, pero cuando las alas no se alimentan de los caracteres divinos, sino de  lo malo, lo vergonzoso, y demás cosas contrarias a lo divino, las consume y las hace perecer.

Platón explica que Zeus sale con su carro alado dirigiéndolo todo y ordenándolo, seguido de un ejército de dioses y demonios y marchan a las zonas escarpadas de la cima de la bóveda del cielo a un banquete. Allí los carros de los dioses, bien equilibrados y dóciles a las riendas marchan fácilmente, pero los otros con dificultad, ya que los caballos son mucho más pesados, se inclinan hacia tierra etc.

Las almas que se llaman inmortales cuando han alcanzado la cima, se salen fuera y se alzan sobre la espalda del cielo, contemplando lo que esta al otro lado de este. En este lugar supraceleste al que llegan las almas con el coraje para decir la verdad, observan todos los seres que de verdad son, la justicia, la verdad, etc y así lo divino se alimenta de un saber y entender incontaminado (que es a lo que se refiere anteriormente cuando dice que Zeus marcha a la cima de la bóveda del cielo a un banquete, a un banquete de conocimiento).

De las otras almas, las que mejor han seguido al dios y más se le parece, apenas si alcanzan a ver los seres, aunque sólo ven algunos, otros no.

Los que intentan llegar a toda costa a las alturas para ser más que las otras, se quedan atrás y a muchas se les parten las alas y por lo tanto no alcanzan a ver el ser, y caen a la tierra, con lo cual solo se alimentarán de opinión.

Personalmente creo que el mito del carro alado es muy representativo del comportamiento humano ya que en muchas ocasiones no sabemos que camino escoger o de quien nos debemos fiar o guiarnos, o incluso cuando debemos decidir actuar de una manera o otra. A veces también nos surge el deseo a superarnos y en ocasiones no lo conseguimos con lo que el alma al que se le rompen las alas y cae al suelo podría ser una metáfora de este hecho. En una de mis entradas anteriores en las que cite algunas citas famosas de Platón aparece una que tendría total vinculación con este mito, que es
"El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos" y que representa todo lo que he dicho anteriormente. Sin duda este es el mito que más me gusta de los mitos que he leído de Platón.

Aquí os dejo el mito del carro alado que comentaré en la siguiente entrada.

Platón. Fedro. Mito del carro alado.
"Sobre su inmortalidad, pues, basta con lo dicho. Acerca de su idea debe decirse lo siguiente: descubrir cómo es el alma sería cosa de una investigación en todos los sentidos y totalmente divina, además de larga; pero decir a qué es semejante puede ser el objeto de una investigación humana y más breve; procedamos, por consiguiente, así. Es, pues, semejante el alma a cierta fuerza natural que mantiene unidos un carro y su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y aurigas de los dioses son todos ellos buenos y constituidos de buenos elementos; los de los demás están mezclados. En primer lugar, tratándose de nosotros, el conductor guía una pareja de caballos; después, de los caballos, el uno es hermoso, bueno y constituido de elementos de la misma índole; el otro está constituido de elementos contrarios y es él mismo contrario. En consecuencia, en nosotros resulta necesariamente dura y difícil la conducción.
Hemos de intentar ahora decir cómo el ser viviente ha venido a llamarse "mortal" e "inmortal". Toda alma está al cuidado de lo que es inanimado, y recorre todo el cielo, revistiendo unas veces una forma y otras otra. Y así, cuando es perfecta y alada, vuela por las alturas y administra todo el mundo; en cambio, la que ha perdido las alas es arrastrada hasta que se apodera de algo sólido donde se establece tomando un cuerpo terrestre que parece moverse a sí mismo a causa de la fuerza de aquella, y este todo, alma y cuerpo unidos, se llama ser viviente y tiene el sobrenombre de mortal. En cuanto al inmortal, no hay ningún razonamiento que nos permita explicarlo racionalmente; pero, no habiéndola visto ni comprendido de un modo suficiente, nos forjamos de la divinidad una idea representándonosla como un ser viviente inmortal, con alma y cuerpo naturalmente unidos por toda la eternidad. Esto, sin embargo, que sea y se exponga como agrade a la divinidad. Consideremos la causa de la pérdida de las alas, y por la que se le desprenden al alma. Es algo así como lo que sigue.
La fuerza del ala consiste, naturalmente, en llevar hacia arriba lo pesado, elevándose por donde habita la raza de los dioses, y así es, en cierto modo, de todo lo relacionado con el cuerpo, lo que en más grado participa de lo divino. Ahora bien: lo divino es hermoso, sabio, bueno, y todo lo que es de esta índole; esto es, pues, lo que más alimenta y hace crecer las alas; en cambio, lo vergonzoso, lo malo, y todas las demás cosas contrarias a aquellas, las consume y las hace perecer. Pues bien: el gran jefe del cielo, Zeus, dirigiendo su carro alado, marcha el primero, ordenándolo todo y cuidándolo. Le sigue un ejército de dioses y demonios ordenado en once divisiones pues Hestia queda en la casa de los dioses, sola. Todos los demás clasificados en el número de los doce y considerados como dioses directores van al frente de la fila que a cada uno ha sido asignada. Son muchos en verdad, y beatíficos, los espectáculos que ofrecen las rutas del interior del cielo que la raza de los bienaventurados recorre llevando a cabo cada uno su propia misión, y los sigue el que persevera en el querer y en el poder, pues la Envidia está fuera del coro de los dioses. Ahora bien, siempre que van al banquete y al festín, marchan hacia las regiones escarpadas que conducen a la cima de la bóveda del cielo. Por allí, los carros de los dioses, bien equilibrados y dóciles a las riendas, marchan fácilmente, pero los otros con dificultad, pues el caballo que tiene mala constitución es pesado e inclina hacia la tierra y fatiga al auriga que no lo ha alimentado convenientemente. Allí se encuentra el alma con su dura y fatigosa prueba. Pues las que se llaman inmortales, cuando han alcanzado la cima, saliéndose fuera, se alzan sobre la espalda del cielo, y al alzarse se las lleva el movimiento circular en su órbita, y contemplan lo que está al otro lado del cielo.
A este lugar supraceleste, no lo ha cantado poeta alguno de los de aquí abajo, ni lo cantará jamás como merece, pero es algo como esto -ya que se ha de tener el coraje de decir la verdad, y sobre todo cuando es de ella de la que se habla-: porque, incolora, informe, intangible esa esencia cuyo ser es realmente ser, vista sólo por el entendimiento, piloto del alma, y alrededor de la que crece el verdadero saber, ocupa, precisamente, tal lugar. Como la mente de lo divino se alimenta de un entender y saber incontaminado, lo mismo que toda alma que tenga empeño en recibir lo que le conviene, viendo, al cabo del tiempo, el ser, se llena de contento, y en la contemplación de la verdad, encuentra su alimento y bienestar, hasta que el movimiento, en su ronda, la vuelva a su sitio. En esta giro, tiene ante su vista a la misma justicia, tiene antes su vista a la sensatez, tiene ante su vista a la ciencia, y no aquella a la que le es propio la génesis, ni la que, de algún modo, es otra al ser en otro -en eso otro que nosotros llamamos entes-, sino esa ciencia que es de lo que verdaderamente es ser. Y habiendo visto, de la misma manera, todos los otros seres que de verdad son, y nutrida de ellos, se hunde de nuevo en el interior del cielo, y vuelve a su casa. Una vez que ha llegado, el auriga detiene los caballos ante el pesebre, le echa pienso y ambrosía, y los abreva con néctar.
Tal es pues la vida de los dioses. De las otras almas, la que mejor ha seguido al dios y más se le parece, levanta la cabeza del auriga hacia el lugar exterior, siguiendo, en su giro, el movimiento celeste, pero, soliviantada por los caballos, apenas si alcanza a ver los seres. Hay alguna que, a ratos, se alza, a ratos se hunde y, forzada por los caballos, ve unas cosas sí y otras no. Las hay que, deseosas todas de las alturas, siguen adelante, pero no lo consiguen y acaban sumergiéndose en ese movimiento que las arrastra, pateándose y amontonándose, al intentar ser unas más que otras. Confusión, pues, y porfías y supremas fatigas donde, por torpeza de los aurigas, se quedan muchas renqueantes, y a otras muchas se les parten muchas alas. Todas, en fin, después de tantas penas, tiene que irse sin haber podido alcanzar la visión del ser; y, una vez que se han ido, les queda sólo la opinión por alimento. El porqué de todo este empeño por divisar dónde está la llanura de la Verdad, se debe a que el pasto adecuado para la mejor parte del alma es el que viene del prado que allí hay, y el que la naturaleza del ala, que hace ligera al alma, de él se nutre. Así es, pues, el precepto de Adrastea. Cualquier alma, que, en el séquito de lo divino, haya vislumbrado algo de lo verdadero, estará indemne hasta el próximo giro y, siempre que haga lo mismo, estará libre de daño. Pero cuando, por no haber podido seguirlo, no lo ha visto, y por cualquier azaroso suceso se va gravitando llena de olvido y dejadez, debido a este lastre, pierde las alas y cae a tierra" Fedro, 246 d 3- 248 d 

lunes, 1 de octubre de 2012

Bien, puesto que mis próximas entradas filosóficas estarán relacionadas con el famoso filósofo Platón, he seleccionado algunas de sus frases para hacer de este blog algo más que puros planteamientos filosóficos. Espero que os gusten.

-La mayor declaración de amor es la que no se hace; el hombre que siente mucho, habla poco.

-La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo.

-Los amigos se convierten con frecuencia en ladrones de nuestro tiempo.

-Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro.

-La obra maestra de la injusticia es parecer justo sin serlo.

-El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos los caballos. ( Esta es una de mis preferidas).

-Cada lágrima enseña a los mortales una verdad.

-Donde reina el amor, sobran las leyes.

-El virtuoso se conforma con soñar lo que el pecador realiza en la vida.

Y hasta aquí la selección de frases de hoy.